Vuelco de camión en RN 34: Tránsito reducido y circulación alternada en km 344
La vida y la política en tiempo de coronavirus
El devastador COVID-19 alteró nuestra existencia global. De la misma manera que el cambio climático, los expertos lo habían pronosticado; pero el mundo estaba ocupado en otros menesteres.
La Organización Mundial de la Salud advirtió en el año 2018 que estaríamos frente a la “Enfermedad X”, “patógeno X”, nombre propio de la ciencia ficción, que sería un virus desconocido, de origen animal, con mayor letalidad que la gripe común, y que provocaría una pandemia capaz de alterar por completo la vida mundial. En agosto del año pasado, la OMS insistió en el peligro de no estar preparados para la irrupción de la enigmática enfermedad.
El programador Bill Gates, sin la perfección científica de los expertos de la OMS predijo en el año 2015: “La falta de preparación – inclusive de la propia OMS – podría hacer que la próxima epidemia sea mucho más devastadora que la del ébola”.
El sacerdote católico carismático y “sanador” Ignacio Periés – conocido como el Padre Ignacio – de Rosario, llevó tranquilidad espiritual a la feligresía predicando que “el hombre no puede destruir al mundo, si viene vendrá por Dios, para mí esto es un momento que nos va a permitir recuperar la fe”, agregando que: “Es un momento que Dios toca el corazón de muchos para encontrar la fe”.
El periodista y escritor Jorge Fernández Díaz escribe en La Nación “la crisis del Covid-19, si Bill Gates vuelve a tener razón, acabará en septiembre y dejará un tendal de muertos, una economía hundida y muchas lecciones por aprender. Pero quizá aporte la lucidez de un nuevo comienzo; Dios o el destino podría entonces susurrarle al ser humano, con ojos brillantes, aquella frase de Conrad (en la película The Games): “Tenía que hacer algo, te estabas convirtiendo en un imbécil”. Díaz cita a Arturo Pérez-Reverte, quien luego de veinte terribles años como corresponsal de guerra, lo advertía a cada rato: “Creamos eufemismos y cortinas de humo para negar las leyes de la naturaleza y la infame condición de los seres humanos”.
El analista político Jorge Liotti dice que “es probable que el futuro que emerja después de la pandemia reconfigure por completo las dinámicas de la humanidad” y copia al ensayista Alejandro Katz que lo plantea en estos términos: “El mundo que salió de la revolución industrial, de la revolución francesa y de la revolución americana llega a su término”. Según este planteo, “la crisis del coronavirus se transformó en un catalizador de los cambios tecnológicos que ya estaban en marcha, y que implicaban el progresivo reemplazo del trabajo humano por robots y algoritmos. La pandemia va a permitir ver el mundo como no lo estábamos viendo, pero como estaba ocurriendo en realidad”. Desde esta mirada, no enfrentamos solamente un gravísimo problema sanitario, sino un cambio de época. El más profundo de los últimos doscientos años”.
Joaquín Morales Sola, seguramente bien informado, afirma que “la cuarentena obligatoria solo ha comenzado. Habrá seguramente más días de aislamiento social. Tampoco las clases volverán cuando se cumpla el plazo de los 15 días”.
Perotti y el coronavirus
La pandemia también le dio un giro brusco a la política vernácula. El Gobernador Omar Perotti centralizó junto a su Ministro de Salud Carlos Parola, y otros funcionarios, la información diaria sobre la evolución de la enfermedad en territorio santafesino. También las decisiones políticas.
El COVID-19 aceleró algunos plazos y acciones, como por ejemplo: las excepcionalidades de la Ley de Administración Financiera. Ahora, mediante este instrumento, Perotti creará un fondo de emergencia sanitaria por 6 mil millones de pesos.
Miguel Lifschitz convocó el pasado viernes horas antes del decreto presidencial a sesión para este miércoles 25 a los fines de tratar la Ley de Necesidad. Hoy es prácticamente una quimera que se lleve a cabo esa sesión.
Como decíamos, si necesita normas especiales, el Gobernador podrá apelar a lo que dicta la Ley 12510 de Administración Financiera, que le permite al Poder Ejecutivo disponer la incorporación al presupuesto de autorizaciones para gastos no previstos o para los cuales los créditos aprobados hubieren resultado insuficientes, para atender hechos de fuerza mayor o excepcionales que requieran la inmediata atención del Estado. Con el estado de excepción legitimado mundialmente y el artículo 27 de la Ley de Administración Financiera, se puede hacer del presupuesto aprobado lo que el ejecutivo quiera.
El FPCyS le ponía como condición innegociable al oficialismo para llegar a un acuerdo sobre la Ley de Necesidad, eliminar cualquier atisbo de delegación de facultades. Los “estados de excepción” se los dará el coronavirus. El riesgo, advierte el analista económico Pablo Olivares, es enamorarse de ellos una vez que no sean necesarios.
No exagerábamos cuando presentíamos en esta columna hace varias semanas que “algo se estaba gestando en el universo social”. Jamás hubiésemos imaginado que sería el coronavirus y sus consecuencias.
Ya lo dice el proverbio árabe: “El hombre hace planes y Dios se ríe”.